Los sueños, para que puedan comenzar a realizarse deben ponerse en palabras, darse a conocer.

jueves, 26 de mayo de 2011

Vergüenza de leer romántica

 Artículo escrito por Ana Fernández

Por primera vez he decidido compartir con vosotras un "rollo" de esos que algunas, con más guasa que malicia, calificaís de "los que te lees en diagonal" y todo porque acabo de hacer un gran descubrimiento o al menos me lo ha parecido: ¡¡¡¡ya sé porqué nos da vergüenza decir que leemos romántica!!!!!

Hemos debatido mucho sobre el tratamiento de la novela romántica en la sociedad actual, sobre si nos sentimos lectoras de segunda categoría, sobre el secretismo con el que llevamos este "vicio". Hemos alabado el foro como uno de los pocos lugares de encuentro donde poder comentar libremente, donde nos hemos desahogado acerca de las portadas horteras, los excesos pitorrománticos, y los prejucios de los libreros y hete aquí que por fin, se me ha iluminado la bombilla y he descubierto porqué —al menos yo y espero que le sirva a alguna más, como decía una de las participantes del foro, achili, "no puedo ser la única"— nos da vergüenza reconocer que somos lectoras de este género.
"¡Ah! Pero, ¿es que tú lees romántica?". Rubor de mejillas, acaloramiento y leve tartamudeo:  —Sí, me encantan las historias de amor... ya sabes, Jane Austen me parece un genio y me he leído lo menos veinte veces "Jane Eyre"... Y lo dejamos ahí, sabiendo que nadie se atreverá a repudiar un clásico, como si nunca en nuestra vida hubiera caído en nuestras manos un Howard, SEP, Kenyon, Roberts, Chase, Quinn..., como si nunca hubiéramos esperado con auténtica ansia de "freakie" que se publicase la nueva novela en español de la Kleypas o la Nora, como si no nos hubiésemos gastado jamás el dinero destinado a la compra en Julie Garwood o Laura Kinsale, como si no hubiéramos fingido estar enfermas para podernos leer de golpe y porrazo el libro recién comprado, como si jamás hubiésemos desatendido labores y obligaciones por una novela rosa de la que no permitiríamos que nadie echase un ojo por encima de nuestro hombro.

Y, ¿por qué?, me he estado preguntando yo durante estos ya cuatro añitos que llevo sumergida en este género literario en el que ya he aprendido a conocer mis propios gustos, a clasificar y descartar autoras y ambientes, épocas y editoriales, buenas y malas calidades. ¿Por qué nos tiene tan absurdamente absorbidas una afición de la que apenas podemos alardear? ¿Por qué no podemos simplemente declarar nuestro gusto como hace el marido de tu amiga al afirmar sin ambages que "le vuelve loco Star Wars" y se acaba de gastar una pasta increíble en la espada que se utilizó en el rodaje del episodio 3? ¿Por qué no podemos contestar con tranquila seguridad, como cualquier preguntado por sus aficiones, como el que asegura entre risas que se ha leído todos los cómics de Astérix y Obelix? ¿Por qué no somos capaces de reírnos de nuestra obsesión y al igual que la compañera de trabajo reconoce que se ha tirado todo el fin de semana jugando a “la play” admitir que nosotras llevamos una novela forrada en papel de periódico —porque nos horroriza hasta el título apasionado en el bolso— para poder leer hasta en el cuarto de baño?

Pues porque, queridas mías, tenemos algo más que una pasión, afición o gusto. Tenemos un sueño.
¿Quéeee?

Que tenemos un sueño. Somos capaces —al menos yo— de devorar una novela ambientada en la luna y con extraterrestres como mascotas con tal de leer sobre el amor entre un hombre y una mujer, con tal de conocer el punto de vista de otra mujer sobre cómo han de ser las relaciones de pareja, con tal de identificarnos con una protagonista y su personal historia de amor, su personal, único e irrepetible camino hacia el amor.

Desde que empezamos a ser mujeres, ya en la pre y en la adolescencia, compartimos todo tipo de estas historias con nuestras amigas. De lunes a miércoles en el colegio, hablábamos de lo que nos había dicho tal o cual chico, de quién se había besado con quién, y el jueves y viernes lo pasábamos hablando de lo que sucedería el nuevo fin de semana que se abría con todo su atractivo a nuestras ilusionadas primeras salidas. Cada mujer de este foro ha compartido con su hermana, su íntima amiga, su compañera de clase, su compañera de trabajo, su primer beso, su primera historia de amor y ha escuchado la de las demás. Y con cada una de ellas absorbía una experiencia de vida, un matiz nuevo, un dato desconocido hasta el momento. Y daba igual si la que lo contaba no tenía ni pizca de gracia, o había que leer entre líneas para comprenderla, o hablaba de tipos de gente y ambientes completamente ajenos a nuestra experiencia personal, pues todas ellas, aun en su simpleza o complejidad, poseían el idioma del amor, de la historia de amor que estaban narrando. Y con eso bastaba.

Y como buenas oyentes mujeres, éramos capaces de ponernos en su lugar y comprender porqué había tomado unas decisiones y no otras, y nos emocionábamos en el momento adecuado y aprehendíamos el instante exacto en el que el hombre por fin, caía enamorado igual que presentíamos de antemano cuándo la historia no tenía un final feliz.

Y con nuestra novelas, sean de la calidad que sean, tengan la ambientación que tengan, más puras o más sórdidas, históricas o contemporáneas, bien escritas y hasta con faltas ortográficas, nos encontramos otra vez ante historias de amor tal y como las mujeres llevamos toda la vida contándonos unas a otras. Y con esas historias, imposible negarlo ya, soñamos nosotras un poco, nos proyectamos en cierta manera. Hayamos encontrado o no a nuestra media naranja, se nos haya dado bien o no el amor en nuestras vidas, hayamos conocido al hombre adecuado o no, nos dejamos atrapar por la historia de esa desconocida conocida independientemente de cómo nos la cuente.

Y por eso no podemos hablar de ello con cualquiera, porque una vez leídas, ya se han hecho nuestras un poco, ya son parte de esa confidencia y de ese sueño y, ¿quién habla de sus sueños como si tal cosa ante un grupo de conocidos? ¿Quién ha reconocido, tomando unas copas en un bar y a la madura edad de cuarenta años: "eh, yo todavía quiero ser futbolista" o mejor aun "yo todavía sueño con ser un héroe", ¿quién es el gallito que declara que se muere por ser Peter Parker o el nuevo Cristiano Ronaldo?

¿Cómo podré reconocer yo entonces, en voz alta y clara delante de todo el mundo: "Sí, yo leo novela romántica, sí, yo sueño con ser amada, amada hasta las trancas"?

¿Qué os parece? ¿Tengo razón?

Publicado por Autoras en las sombras el Martes, 11 de Enero del 2011

2 comentarios:

angelita dijo...

¡Amiga estoy de acuerdo contigo!
Tengo 62 anos y aún leo romántica, mi hijo me tome el pelo, mi marido sonrie , pero nada es tan hermoso y intenso como al nacimiento de un amor.
Hoy acabo de comprar 12 libros y eso te da la medida de mi afición.
Me averguenzo? Si, un poco, pero no lo dejo.
besos desde Italia (y perdóname mi español, soy italiana)
Angelita

Valibeth dijo...

Angelita, Tu español es muy bueno. Yo tengo muchos problemas con los idiomas así que te admiro. Te felicito por la compra de los libros. Me suele dar un poco de vergüenza decir que leo novelas románticas pero realmente las disfruto. Entonces pienso, porque debo avergonzar-me de ir leyendo en el colectivo una novela romántica, por lo tanto saco un libro de la cartera y disfruto de un viaje interminable lleno de amor y aventura.
Saludos.-

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