Los sueños, para que puedan comenzar a realizarse deben ponerse en palabras, darse a conocer.

miércoles, 26 de agosto de 2015

¿Por qué leer novelas románticas

La novela romántica - quizá para algunos podría resultar venida a menos, fácil inclusive, o bien no literario - en realidad se constituye en la representación textual de la aspiración humana más simple y necesaria: amar y ser amados. 

Durante un largo viaje, que realicé meses atrás, recorrí una de las tiendas de libros más visitadas de Barcelona. Y para mi grato asombro – y confieso que me sorprendí porque en Ecuador difícilmente encuentro esas estanterías tan amplias que serían la delicia de cualquier devorador de libros – observé el título de una de las tantas secciones: Romántica. Vamos, me dije, seguramente alguna historietita fuera de foco y sin fondo. Yo también tuve prejuicios, por qué negarlo. 

La variedad tanto de autores como de argumentos podría sumar toda una librería, y me mantuvieron entretenida un buen rato. Empecé hojeando los que tenían más páginas, luego los más ligeros. Abría en la veinte, luego la doscientos y finalmente la página cuatrocientos ochenta, mientras intentaba asimilar con breves lecturas lo que iba pasando entre mis dedos, en cada tomo que revisaba para decidirme por una historia. Los contextos que intentaban seducir mi interés estaban ambientados en guerras muy antiguas; la época de la regencia; escenarios contemporáneos; así como en un sinfín de países, culturas, estilos; con una redacción de giros tan diversos que terminé algo abrumada. Finalmente elegí al azar un tomo en edición de bolsillo: Orgullo Sajón de Nieves Hidalgo. Escritora española. No me decepcionó y logró atraparme en cada línea.

Al terminar la novela, ambientada en la época de Ricardo I de Inglaterra conocido como el Rey Ricardo Corazón de León, sentí como si hubiera realmente vivido lo que Nieves tan magistralmente narraba. Me llevaba a conocer la historia de las conquistas de la época; las alianzas políticas y el por qué de los recelos entre sajones y normandos, mientras me prometía que Jacqueline y Wulfkan, los protagonistas, podrían tener un carácter tan fuerte y un pasado tormentoso – no tanto al estilo de Cumbres Borrascosas – pero aprenderían el valor de la lealtad y el amor, en una época en la que los matrimonios concertados para generar vínculos a favor de mantener la paz y también engrosar las arcas eran la tónica de las monarquías europeas, y el amor perdía su valor en medio de los conflictos e intereses económicos. No creo que esto último esté muy lejos de lo que ocurre actualmente, cuando se pondera el ascenso social, profesional y monetario, antes de pensar en formar una pareja, o una familia. 

Al voltear la última página del libro me quedó la curiosidad de indagar detalles sobre aquella época en que reinó el mencionado Monarca Inglés (1157 – 1199): costumbres, la situación de otras naciones durante este periodo, las decisiones que cambiarían poco a poco el rumbo de la historia. Y todo por una novela romántica, o como otros la llaman: rosa,  que lejos de hacerme sentir que había perdido el tiempo, me propuso adquirir más información y también pensar con más detenimiento en los entresijos que existen en el idealismo de mujeres y  hombres con respecto a las parejas románticas. La verosimilitud del texto radicó precisamente en el aporte de datos históricos reales que brindaron un contexto bastante preciso, así como en la solidez de la descripción del carácter de sus personajes, como el hábil modo de entrelazar la estructura de la novela en cada capítulo. 

He conocido desde entonces más de 600 protagonistas masculinos: ojos azules, verdes, negros como el carbón, grises; de buen porte, familia adinerada, otros pobres, pero tan valientes; agudos, inteligentes, visionarios, expertos en espionaje de guerra, defensores de causa justa, hombres de negocios, bandoleros, corsarios, luchadores, malvados, hacendados, granjeros, herederos y desheredados; guapos, generosos, buenos amantes, tiernos, otros con secuelas de enfermedades terribles, todos unos caballeros y a veces – o casi siempre – granujas. Y también he vivido risas y uno que otro puchero de tristeza con las protagonistas: rubias, morenas, altas, bajas, curvilíneas, delgadas, experimentadas e inocentes; ojos azules, café, verdes; profesionales, hijas de familia, mantenidas, independientes, conservadoras, temerarias, inseguras, dulces y agresivas; de infinita ternura, y de corazón noble. Estas historias pueden ser tan sacadas de la fantasía, como de la realidad; pero ya sabemos que contradictoriamente no hay realidad agradable de vivir sin un toque de fantasía. En este punto final creo que radica la ilusión: si eso pudiera ocurrir…

Cuando estamos enamorados, leemos novelas románticas; si tenemos el corazón roto, también; si queremos soñar y entretenernos un rato son la mejor compañía; y aún cuando creemos que al decir que consumimos este género literario nos podrían catalogar de poco profundos o que nos gusta perder el tiempo, lo hacemos de todos modos. ¿Y quién no? Si con el tiempo de crisis socio-económica que vivimos es un modo tan agradable para no dejar marchar un poco de esperanza frente a un panorama de incertidumbre que no sabremos por cuánto tiempo se mantendrá.

Hay algo mágico - diría una conexión especial entre los escritores y lectores - cuando puedes llegar a Hyde Park, en Londres, y recordar que fue ahí en donde una pareja de una de las novelas que más te gustó leer, tuvieron un encuentro romántico inolvidable. El poder respirar e imaginar cómo pudo ser su diálogo, sus miradas, el sentimiento de la ocasión. O quizá cuando vas a Versalles, en París, y recuerdas la descripción de un baile en los grandes salones señoriales, con cientos de adornos, vestidos fastuosos, mientras los amantes escapaban al balcón sin que nadie los observara para dar rienda suelta a un beso apasionado. Incluso la alegría cuando caminas por las ruinas del Castillo Urquhart en Escocia, sintiendo el viento fresco de primavera que besa las aguas del Lago Ness, piensas en cómo era la vida romántica y laboral de quienes vivieron ahí, siglos antes de tu llegada. Y aún mayor ilusión cuando son historias contemporáneas, y paseas por las calles de Madrid, Dublín, Roma o Lisboa buscando la tienda, la cafetería, los escondrijos, amplias calles, modernos edificios  que detallan los autores; cuando estás de pie en aquellos lugares, la historia no les pertenece más a los escritores, es toda tuya.

Tan estupendo es este género que se ha llevado al cine varias obras, realizando inversiones económicas multimillonarias para tratar de plasmar fielmente lo que las páginas han logrado transmitir a los lectores, por un costo de tiraje en impresión mucho menor, y de este modo capturar a este público lector, para convertirlo en audiencia cinematográfica. Con este antecedente, nadie puede negar haber consumido novelas románticas, sino, pregúntele a cualquiera – que lo quiera admitir sin temor a considerarse poco ilustrado – que ha visto El Diario de una pasión, que no es más ni menos la adaptación de un libro escrito por Nicholas Sparks, por citar un ejemplo. O quizá Lo que el viento se llevó, y tantas otras.

Si no los convence – queramos o no la novela rosa nos ha cautivado desde siempre – intentemos ponernos un poco a la altura de Orgullo y Prejuicio, Ana Karenina, María, la misma Madame Bovary. O bien, elegir autores de la estantería moderna: Julia Quinn, Nora Roberts, Stephanie Meyer, Laura Esquivel, Rosa Montero, etc. Diferentes son los escenarios, la psicología de los personajes (reales o fantásticos), pero el trasfondo muestra siempre el sufrimiento o alegría de perder o tener aquello intangible que no solo cuesta encontrar, sino mantener: el amor.

El consumo de este género ha logrado captar tal interés que existen foros online dedicados exclusivamente a compartir textos de los diversos autores de todas partes del mundo, que han cautivado la atención e imaginación de cientos de miles de lectores. Inclusive los dueños o moderadores de los foros y blogs llegan a traducir textos íntegramente al Español - puesto que varios libros solo se encuentran en Inglés u otros idiomas - para compartirlas (esto de los derechos de autor se lo dejo a otro) con otros interesados en disfrutar de una buena novela – a veces corta, o en otras ocasiones de gran extensión-. 

El romance es una escalera caleidoscópica que nos llevaba en altos y bajos a conocer el mundo del cine, de los empresarios; abogados; periodistas; médicos; arqueólogos, etcétera, a través de protagonistas, escenas y lugares maravillosos en épocas que a veces son tan remotas que nunca hubiéramos imaginado que para poseer una mirada o una sonrisa, fuera necesario todo un complejo cortejo; o que bailar más de dos veces con un mismo caballero daba pie a pensar que habría un compromiso matrimonial anunciado inminentemente. Es un aprendizaje a través de las experiencias y fantasías de los autores; aventuras ajenas, que muchas veces, quisiéramos hacer nuestras.

Lograr atrapar a un lector y llevarlo a sentir desde el suspiro más esquivo, hasta la más vertiginosa emoción de la aventura no es nada fácil, y menos aún si procuras la verosimilitud del relato  - más aún si se tiene la responsabilidad de procurar complacer los gustos y preferencias de un público tan diverso para lograrlo - a la hora de mostrar tus personajes en una narrativa de esta categoría literaria.  

Finalmente, el hombre no solo vive de dinero, espiritualidad y metas propuestas que estimulen su razón de existir, sin que en medio de esa búsqueda del bienestar esté intrínsecamente alineado el amor romántico. Cada instante y suspiro de la vida, o lo marca el amor o bien el desamor, pero siempre, siempre, está la esperanza y el sueño de encontrar a ese otro que apague la llama de la soledad y convierta la existencia en un mundo diferente y único. Y mientras tanto, tenemos las novelas románticas que con una prosa bien elaborada, avivan la ilusión de que existe un ser tan imperfectamente perfecto para nosotros en nuestro destino; y para otros, la posibilidad de recordar que la ilusión del amor la podemos vivir y revivir junto a quien tenemos a nuestro lado para ser felices. Y si esta oportunidad de aprender, soñar y entretenernos al mismo tiempo nos la brinda una novela romántica. ¿Por qué no valorarla más y darle una cabida en nuestra biblioteca personal?

Agradecemos esta nota a Kristel Ralston visita su blog en http://www.kristelralston.com/2012/07/por-que-leer-novelas-romanticas.html




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