Los sueños, para que puedan comenzar a realizarse deben ponerse en palabras, darse a conocer.

sábado, 25 de junio de 2011

Cómo vencer los prejuicios contra la novela romántica. Jennifer Crusie

Vencer a la Crítica: qué podemos hacer para cambiar el prejuicio Anti-Romance.

La Novela romántica es una forma de literatura adorada por los lectores y odiada por los críticos. Esto no solía molestarme; simplemente acepté el tópico de que toda obra romántica era de poca calidad. No fue hasta que comencé a estudiar el género cuando me di cuenta de lo poco intelectualmente honesto de esa afirmación. Ningún crítico decente diría “toda ficción literaria es buena” o “Todas las historias de guerra son malas” y sin embargo el prejuicio contra el romance es casi universal. Sí, mucho de lo que se escribe en romántica es abismal, pero también lo es mucho de lo que se escribe en misterio, ciencia ficción o novela contemporánea, y solo la romántica es condenada como género en su totalidad.

Pero también sabía que siempre que algo es condenado sin reservas, es porque desafía las profundas convicciones de quienes lo condenan. Cuando observé más de cerca la ficción romántica, vi que retaba las creencias de muchos grupos poderosos. De hecho, la romántica tiene de todo para irritar a cualquiera con ideas rígidas sobre cómo deben funcionar la vida y la literatura, y —más importante— cómo deben actuar las mujeres. 

Fue entonces cuando me di cuenta de por qué adoraba el género romántico: no solo es entretenido e inspirador, también molesta seriamente a un montón de gente estirada. 

Por ejemplo, reta las creencias patriarcales tradicionales cuando dice que las mujeres son iguales a los hombres y que estas deben tener tantos conocimientos sexuales como ellos, y agrava el pecado mostrando que el amor es una fuerza poderosa que debe ser tomada en serio.
Primero, el género romántico dice que las mujeres son personajes principales, no secundarios, iguales a los hombres en poder, inteligencia y habilidades.
El género halló su perdición en el momento en que sus escritores dijeron “Nuestros personajes centrales van a ser mujeres, y van a ganar” porque nuestra sociedad todavía acepta mayoritariamente la tendencia Mujer=secundario. Los sociólogos hace tiempo que han reconocido el fenómeno llamado “feminización” que significa que todo lo que es asociado únicamente con mujeres no entra en el aprecio general. 

Las películas que tratan de temas que conciernen a las mujeres son desestimadas como “de mujeres”, las profesiones como enfermería y enseñanza están mal pagadas, y el cuidado de los niños está vergonzosamente mal financiado. Claramente las mujeres y las preocupaciones de las mujeres tienen sus lugares apropiados y el centro de la historia no es uno de ellos. Pero el género romántico insiste en que las mujeres estén justo en el centro, demostrando una y otra vez que las mujeres pueden resolver sus propios problemas. Leer este tipo de literatura inspira a las mujeres, les da poder y por lo tanto ataca las asunciones básicas del patriarcado.
Resultado: el género romántico es tachado de “irreal”.
Segundo, el género romántico frecuentemente dice que el sexo es vitalmente importante para las mujeres.
Cornelia Otis Skinner dijo que la virtud de la mujer es el mayor invento del hombre. Las mujeres no deben experimentar demasiados encuentros sexuales, dice el saber convencional, porque eso las rebaja, y además no está en su naturaleza. Los hombres que tienen mucho sexo y lo disfrutan son sementales; las mujeres que hacen lo mismo son zorras. En realidad, raramente es el sexo lo que objeta el patriarcado —los hombres se han sentido generalmente intrigados por el lesbianismo, no amenazados— es el conocimiento sexual obtenido de otros hombres: Dios prohíba que una mujer sepa más de sexo que un hombre. 

El género romántico no solo dice que las mujeres quieren ese conocimiento y tienen derecho a adquirirlo, sino que frecuentemente lo ofrece explícitamente entre sus páginas, diciéndoles que no está mal querer una vida sexual plena, y además mostrándoles como obtenerla.
Resultado: el género romántico es tachado de “porno suave”.
Tercero, el género romántico dice que el amor es poderoso e importante.
El amor solía ser un tema respetable sobre el que escribir. Echemos un vistazo a la gran literatura desde el Medievo: el Amor estaba a la misma altura que el Honor y el Valor como uno de los Grandes Temas. Entonces se feminizó y todo el tema se fue al carajo. ¿Por qué? Mi teoría es que la caída del Amor coincidió con el alzamiento de la Ciencia y la Razón. El hombre siempre ha perseguido conquistar su mundo, y con los grandes pasos en la explicación científica del siglo dieciocho, se empezaron a sentir muy a gusto con ellos mismos como «Masters» del Universo. Un hombre cultivado puede explicarlo todo —excepto por qué ha hipotecado el castillo familiar para comprar un collar y así poder seducir a la mujer que le está volviendo literalmente loco. 

Lo mejor y lo peor del amor es que nos vuelve tontos a todos, y eso es terrorífico para cualquiera que necesita la ilusión de la omnipotencia. El romance exalta ese poder, muestra cómo nos reduce y luego nos eleva cuando nos rendimos a él. Es la antítesis de la Ilustración, la refutación de la razón.
Resultado: el género romántico es tachado de “sin sustancia”.

Pero si el romance desafía el patriarcado, ¿por qué es tan vilipendiado por las feministas radicales? Porque también desafía sus profundas convicciones. El bueno del género romántico desacredita la igualdad de oportunidades.
Primero, el género romántico dice que a las mujeres les gustan las cosas tradicionalmente femeninas.
Cuenta la incómoda verdad de que a muchas mujeres les gusta ir de compras, la decoración de interiores y los bebés. Soy una apasionada feminista, y recuerdo muy bien la lucha en los 70’ para acabar con la suposición de que lo único que interesaba a las mujeres era ir de compras, decorar y los bebés, así que entiendo por qué libros que enfatizan estas cosas asustan a algunas feministas. Pero, mientras es verdad que estas no son las únicas cosas que interesan a las mujeres, también es verdad que son cosas que a muchas de nosotras nos interesan mucho en ocasiones, y nos gusta leer sobre ello. Así que el género hace hincapié en esos temas y los convierte en importantes, diciendo la verdad aunque sea políticamente incorrecto.
Resultado: el género romántico es tachado de “antifeminista”.
Segundo, el género romántico dice que en ocasiones a las mujeres les gusta ser sexualmente dominadas.
Pese a que posiblemente sea políticamente incorrecto, la fantasía de la violación no solo existe, sino que es popular. Y a menos que un buen puñado de mujeres esté participando en su propia degradación (no imposible si tenemos en cuenta los 50’), aquí hay algo importante y valioso que las mujeres sacan de ello. El examen de las fantasías de violación muestra que en la mayoría de los casos la fantasía no es de ninguna manera una violación, es la no-responsabilidad; veamos, alguien que se parece extraordinariamente a Harrison Ford acaba con las objeciones de buena chica de la heroína (y de la lectora) con la fuerza de su naturaleza animal proporcionándole el mejor sexo de todos los tiempos, y ella no es responsable simplemente porque dijo que no. La mayoría de la gente —hombres y mujeres— matarían por esa fantasía; es universal, el anhelo de un momento maravilloso sin consecuencias. ¿Debilita esto el serio argumento “si ella dice no, es violación”? Solo para aquellos que confunden realidad y fantasía, y la amplia mayoría de los lectores pueden diferenciarlas. 

No todas las feministas rechazan la fantasía de la violación, sin embargo; Susie Bright ha argumentado que la sexualidad políticamente correcta demandada en el pasado es represiva y ha propuesto un “Feminismo del Házmelo” basado en la teoría de que si a una mujer le gusta, es bueno a pesar del pensamiento político, una idea que parece obvia dada la poca emoción que levanta el término “sexo políticamente correcto”. El género romántico ha sido un “Feminismo del Házmelo” desde hace décadas.
Resultado: El género romántico es tachado de “ficción que promueve las relaciones abusivas”.
Tercero, el género romántico dice que las mujeres necesitan amor y relaciones.
Estudios han demostrado que los hombres necesitan separarse de sus comunidades para conseguir su sentido de identidad, y los teóricos en el movimiento feminista adoptaron este concepto para las mujeres, para confirmar la idea de que eran más que madres y esposas. Bueno, las mujeres son más que madres y esposas, pero estudios en Wellesley mostraron que muchas, si no la mayoría de las mujeres, adquieren su sentido de identidad a través de sus relaciones con los demás. El género romántico siempre lo ha sabido y por eso se ha centrado y ha privilegiado las relaciones de la heroína no solo con el héroe sino con sus amigos, familia y niños. Si, ella tiene una idea clara de su identidad, pero la descubre a través de su interacción con otros.
Resultado: el género romántico “estereotipa a las mujeres como dependientes”.

Pero no solo el patriarcado y las feministas radicales se oponen al género romántico. Este género desafía también a la institución literaria del siglo veinte.
El género romántico generalmente tiene un final feliz. 

Como todo el que tiene una licenciatura en literatura sabe, la última vez que un autor fue aclamado por la crítica con un final feliz fue en el siglo diecinueve. Para principios del siglo veinte, el Modernismo —la escuela de pensamiento que declaraba que la vida era real, la vida era seria, la vida no tenia esperanza y lo mismo la literatura— había tomado por asalto la literatura de ficción. Había una razón para ello: la primera mitad de ese siglo vio una guerra mundial que arrasó una generación entera de hombres europeos y destruyó la fe en el gobierno y la iglesia, una depresión económica destruyó la fe en el Sueño Americano, otra guerra mundial con el holocausto y la bomba atómica que destruyó cualquier pretensión de una hermandad de los hombres, una Guerra Fría que destruyó cualquier certeza de que hubiera un futuro. Por tanto, esos escritores tenían razones para creer que la perdida, la traición y los finales infelices eran realistas. 

Pero ahora estamos en un periodo de incomparable paz y prosperidad. Sí, todavía existen tragedias y sufrimiento en el mundo, pero no continua tragedia y sufrimiento, de hecho, la mayoría de nosotros estamos rodeados de cosas buenas. En concreto, la gente se enamora, se casa, se apoya mutuamente cada día, y al menos la mitad de ellos continúa así. Por primera vez en un siglo, la dedicación de uno a otro y el final feliz en las tramas románticas es tan realista como la trama Modernista. Desafortunadamente la percepción es que no son tan artísticas. 

El prejuicio no está limitado a la literatura; fijémonos en la proporción de comedias frente a dramas en la lista de los premios Oscar. El Modernismo nos ha convencido de que sufrir y perder es más valioso que sufrir y ganar. El género romántico dice que esto no es necesariamente cierto y construye obras positivas y que levantan el ánimo para demostrarlo. 

Resultado: el género romántico es “basura”, el opio de las masas femeninas.
Así que, ¿qué hacemos con todo esto? ¿Cómo ganar frente a toda esta injusticia?
Bueno, podemos indicar la deshonestidad intelectual de aquellos que critican el género en su totalidad en lugar de libros en concreto. Podemos argumentar que el género romántico es vilipendiado porque amenaza las rígidas estructuras políticas y académicas. Y podemos mostrar que en realidad es una de las formas más honestas de ficción escritas sobre mujeres en nuestros días. 

Pero la realidad es que, seguramente es una pérdida de tiempo porque los críticos no importan, los lectores sí; no escribimos para complacer a las instituciones, escribimos para llegar a las mujeres, y escribiendo buenos libros, contrarrestamos décadas de pesimismo con relatos de optimismo realista, derribamos limitaciones impuestas a las mujeres tanto por la izquierda como por la derecha política, y refutamos el elitismo estéril de la crítica literaria actual. Entretenemos, iluminamos, inspiramos, y al final influenciamos a mucha más gente de la que cualquiera de nuestros críticos podrán jamás. Por muy divertido que pueda ser poner de rodillas a los críticos, realmente no lo necesitamos. Ya hemos ganado en lo que realmente importa.

Extracto de http://www.autorasenlasombra.com publicado el Martes, 19 de Enero del 2010 

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