La razón principal es el volumen creciente de “gases de efecto invernadero” en la atmósfera, sobre todo de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso, producidos por la combustión de cantidades cada vez mayores de petróleo, gasolina y carbón, y la tala de bosques, entre otras cuestiones. Estos gases se producen naturalmente y son fundamentales para la vida en la Tierra: impiden que parte del calor solar regrese al espacio, por lo que sin ellos el mundo sería un sitio frío e inhabitable. Pero cuando el volumen de esos gases se acelera sin descanso, provocan temperaturas artificialmente elevadas y modifican el clima.
El problema está aquí y ahora: el decenio de 1990 parece haber sido el más cálido del último milenio, y 1998 el año más caluroso. Por eso los científicos han lanzado el alerta. Según las previsiones, la actual tendencia hacia el calentamiento provocará en los próximos años la extinción de numerosas especias animales y vegetales. El ser humano también se encontrará con dificultades cada vez mayores.
El nivel del mar creció entre 10 y 20 centímetros durante el siglo XX, y para el año 2100 se prevé una suba adicional de 9 a 88 cms, debido a que las mayores temperaturas causarán que el volumen del océano se expanda por el derretimiento de los glaciares y casquetes polares. Si se llega al extremo superior de las previsiones, el mar podría invadir los litorales fuertemente poblados de países como Bangladesh, provocar la desaparición total de algunas naciones como el Estado insular de las Maldivas, contaminar las reservas de agua dulce y provocar migraciones en masa.
Además, los rendimientos agrícolas disminuirán y habrá un proceso de desertificación de zonas continentales interiores, como el Asia central y las Grandes Llanuras de EEUU. Estos cambios podrían provocar, como mínimo, perturbaciones en el aprovechamiento de la tierra y el suministro de alimentos.
Además, la zona de propagación de enfermedades como el paludismo se ampliaría. Y, atención, la economía mundial resentirse de forma notable, como vaticinó el ya célebre Informe Stern, encargado por el gobierno británico a Nicholas Stern y publicado en 2006, el primer documento sobre el tema escrito por un economista.
En nuestro país se espera un retroceso de los caudales de los ríos de la Cuenca del Plata debido a un considerable calentamiento y un incremento de la evaporación. Esto traerá aparejado pérdidas en la generación hidroeléctrica regional, aumento de la concentración de contaminantes y dificultades en la navegación fluvial. Por la misma razón, se espera un aumento del estrés hídrico en todo el norte y parte del oeste del país lo que afectarían la producción agropecuaria y en algunas zonas comprometería el suministro de agua potable.
Los escenarios climáticos indican que continuará la persistencia de disminución de la precipitación de nieve en la Cordillera de los Andes por lo que se verá afectada en gran medida la generación hidroeléctrica en las provincias de Mendoza, Río Negro y Neuquén. Asimismo, el actual modelo productivo de las provincias de Mendoza y San Juan basado en el riego en los oasis de los ríos andinos, se verá severamente afectado.
Se estima, además, que continuará la alta frecuencia de precipitaciones intensas e inundaciones en las zonas actualmente afectadas, con los consiguientes impactos negativos. En la Patagonia y Cuyo continuará el retroceso de los glaciares y en algunos puntos del litoral marítimo y de la costa del Río de la Plata, las inundaciones por mareas de tormenta afectarán mayores superficies debido al aumento del nivel del mar.
La mayor parte de la costa marítima argentina no sufriría inundaciones permanentes durante este siglo, a excepción de algunas de las islas de marea en la costa al sur de Bahía Blanca y la costa sur de la bahía de Samborombón. Sin embargo, las playas que se encuentran acotadas por acantilados o por la ocupación de los medanos por asentamientos urbanos o por forestación, podrían llegar a perder su extensión en forma gradual o eventualmente desaparecer. Esto significará un gran daño desde el punto de vista turístico y económico para las distintas localidades afectadas.
En relación a los impactos del cambio climático en la costa del Río de la Plata, estudios realizados han determinado que probablemente el aumento del nivel del mar se propague casi sin modificación en todo el estuario. Sin embargo, aunque en la costa del área metropolitana de Buenos Aires existen muchas zonas que suelen inundarse por causa de las sudestadas, éstas no son tan bajas como para que –con aumentos del nivel del mar del orden de 0,50 m como los proyectados para este siglo o eventualmente de hasta un metro– sean inundadas en forma permanente.
Por eso, sin dilaciones, muchos han puesto manos a la obra. Países que han proyectado su política hacia la implementación de energías “verdes”, empresas que modificaron sus patrones de producción, ciudadanos que han cambiado sus hábitos y costumbres para hacer su sencillo pero decisivo aporte. Es que las graves tormentas, inundaciones y sequías, entre otros fenómenos, parecen demostrar que los modelos informáticos que predicen “episodios climáticos extremos” más frecuentes están en lo cierto. Y 100 años pueden parecer mucho tiempo, pero como pudo oírse durante una de las últimas cumbres realizadas sobre el tema: “Las próximas generaciones nos juzgarán por lo que hicimos contra el Cambio Climático”.
Fuente: http://www.ambito.com/especiales/cambio-climatico/situacion.asp
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