Los sueños, para que puedan comenzar a realizarse deben ponerse en palabras, darse a conocer.

jueves, 12 de agosto de 2010

La servilleta


Gaunss tiene cerca de 69 años, era demasiado activo, al igual que en la primaria. Maestro, profesor. Su mente trabajaba con la misma velocidad de un rayo. Su agilidad se demuestra en pleno con cada nuevo descubrimiento. Está dotado de un don especial, de una fascinación, una tentación de transformar, trascribir sus ideas, teorías científicas en cualquier el lugar donde la inspiración lo encuentre.


 

Posee grandes amigos, compañeros de locuras, personas que conoció a lo largo de los años como alumnos de sus clases. Todos siempre transmiten de él favorecedores recuerdos, e incontables anécdotas, divertidas historias. Una de estas historias forma parte de los recuerdos compartidos de un gran número de ellos.


 

Hace un tiempo en una entrevista se les pregunto que recordaban del profesor y sus mentes derivaron a una única experiencia. A una noche de fiesta, donde la música se transformaba en el llamado de la vida y el gozo, a mezclarse con el fulgor de las estrellas. Gaunss descubrió como tantas otras veces la solución a su dilema, en los mágicos pasos de un bailarín, quien intrépidamente rosaba cada nota con la suavidad de una caricia. En esos momentos donde la luz le llegaba de golpe, como una ráfaga de viento que abre una venta y apaga una vela, el mítico profesor tomo lo primero que tenía a mano. No importo el valor, solo si servía para imponer sobre ella su letra y tinta. Su mano corría a una velocidad inimaginable, traduciendo ideas a palabra. Simplemente en la más cercana cosa para plasmar sus ideas fue una pequeña servilleta.


 

Con el tiempo y hasta el día de la fecha, el escritorio de Gaunss es un mundo de papeles, servilleta y todo tipo de inimaginables objetos donde se puede escribir. En ese caos es donde culminaron sus anotaciones de esa noche. Al día siguiente, fueron imposibles de recuperar. De allí en más vivió días ensimismado tratando de recuperar y recordar que era lo que había escrito esa noche. Con el tiempo sus amigos preocupados por su estado, decidieron comprarle un regalo. En su cumpleaños N° 42 decidieron entregárselo. Decidieron entre todos comprarle algo en donde volcar su potencial. Un Anotador de bolsillo.


 

Aun hoy lo lleva en el interior de su chaqueta, pero sin estrenar, solo con una inscripción algo desgastada por el tiempo que dice. " Todo puede volver a encontrarse y volver a perderse en los vericuetos del destino, pero a mano siempre estar".


 

Sigue feliz con sus servilletas perdías en el mar de teorías inconclusas de su escritorio, pero rodeado de grandes amigos. A punto de cumplir 69 años y buscando la servilleta perdida.


 
Ver.-

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