El hecho de que algunas novelas románticas contengan escenas que las lectoras catalogamos como “hot”, no significa que dichas escenas sean imprescindibles para contar una buena historia de amor, (véanse los libros de Karyn Monk, autora poco pródiga en este sentido y que tiene en su haber una de las historias más románticas y dulces que he leído: Hechicera). No, lo cierto es que lo que identifica y distingue una buena novela romántica son los sentimientos de ternura, pasión, humor y a veces hasta un poco de drama que esta transmite a los lectores, al narrar el encuentro de dos personas y el nacimiento del amor entre ellas.
A pesar de todo y partiendo de que ya en la vida real a veces resulta difícil distinguir entre amor y deseo, es innegable que en algunas novelas el erotismo y el romanticismo se solapan, no en vano el sexo es el modo físico que tienen los enamorados de manifestar su amor. Es en estos casos en los que podemos hablar de un acercamiento entre ambos géneros, véase El tutor de Robin Schone, novela romántico-erótica publicada recientemente por la editorial Manderley y que encajaría perfectamente en este modelo.
En resumen y sin tratar de desmerecer a la novela erótica (ese no ha sido el objeto de estas letras) es un error confundir ambos géneros porque a pesar de estos acercamientos, ambos son tan diferentes como puedan serlo la novela policíaca y la novela de ciencia-ficción.
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