Bram MacKinloch había pasado siete largos y atormentados años en cautiverio y sólo hubo tres cosas que lo mantuvieron vivo: la fuerza bruta, la sed de venganza y el recuerdo del bello rostro de su esposa.
El asombro sólo fue una de las sensaciones que estremecieron el cuerpo de Nairna cuando volvió a ver a Bram. Las cicatrices mostraban su sufrimiento y sus ojos reflejaban la voracidad de un deseo tan ardiente que podía consumirlos a los dos. Sin embargo, muchas cosas habían cambiado desde que se unieron con tanta inocencia...
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